jueves, 13 de enero de 2011

Recluso


-¿Y luego qué?

-Luego intenté olvidarme de ti...- Sonríe. Con nostalgia. Con pena. Es una de estas sonrisas que tienen forma de lágrima.- Pero no pude.

-¿Me estás vacilando?

-No. Es en serio. No pude. La lata de recuerdos de mi cuarto está repleta de ti. Cuando la abro parece una caja de música que grita tu nombre, solo que a ésta no hace falta darle cuerda. También mi colgante, tu bola del 8, mi cámara, tu tortuga de peluche, mi sótano. Todo. La comida china. Los comics. Mi corcho. Mi vida. Hasta yo me recuerdo a ti.- Frena. Toma aire.

-Toma.- Él la tiende un pañuelo de papel.- Se te está corriendo el rimmel.

-Pero es que no eres tú.- Ella le mira. Observa detenidamente cada facción de su cara.- Te pareces tanto...- Él esboza una mueca de dolor- Pero no eres tú. Ni mucho menos. Él sonreía, y cuando lo hacía miraba hacia abajo levantando las cejas. Lo sé, le exasperaba constantemente. Pero a la vez le hacía gracia. Y feliz, eso sobre todo. A ti no puedo hacerte feliz, solo te exaspero. Solo te hago daño. Tú ya no eres él por la sencilla razón de que yo no te complemento en ningún sentido. Ahora eres huraño. Frío. Eres un pájaro enjaulado por sus plumas. Pero es tu culpa.

-¿Y tú? ¿Acaso crees tú que eres ella?

-Creo que ahí esta el problema.

-¿Ah sí? ¿Dónde?

-Yo nunca fui ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario