martes, 18 de enero de 2011

Decadencia


Este lugar me da miedo hasta a mi. Abro la puerta oxidada del garaje y me la encuentro tirada sobre un colchón mohoso.
Hay un hombre rubio de pelo largo sentado en el borde de la cama tocando una guitarra eléctrica.
Miro a Naida y me pregunto bajo los efectos de qué droga estará. Sus ojos están medio cerrados y sus manos tiemblan al sonido del metal.
¿Qué te has hecho muñeca?
De pronto eleva sus ojos. Se levanta con torpeza dejando a la vista un sujetador rojo con un tirante roto.
-¿Qué haces aquí?.
-Estaba preocupado.
-¿Quién te ha dicho dónde estaba?
-No suelo revelar mis fuentes.
El chico rubio me está escrutando con la mirada. Parece un hombre peligroso. Uno de éstos a los que no les queda infancia en la mirada.
-¿Qué cojones quieres?
-Hablar con ella.
Él mira a Naida.
-¿Y ella quiere hablar contigo?
La chica se levanta.
De pronto la escultura de mármol se eleva sobre el suelo. Parece una diosa griega drogadicta.
Tiene las manos temblorosas y los ojos encharcados en nostalgia. ¿Por qué te fuiste? ¿Me seguirás queriendo? ¿Sabrás quién soy acaso?
-¿Te encuentras bien?- Nada, no sale otra frase de mi boca. No me atrevo. No puedo. Tengo miedo de saberlo.
Ella me mira con incredulidad.
-¿Tú que crees?- Se tambalea sobre si misma. Casi no me da tiempo a sujetarla.
Mis manos rozan sus brazos helados. Recuerdos. De cuando el amor tenía sentido. Recuerdos de cuando sus brazos eran cálidos y su mirada estaba viva. ¿Pero qué te has hecho?
-¿Por qué no vienes conmigo? Podemos arreglar lo que sea. Eres inteligente Naida. Lo sabes. Nada puede destruir tu mundo. ¿Recuerdas? Tus cuatro paredes indestructibles. Aquel universo comunista e ideológico. Decías que nada podría acabar con él. Y yo te creía. Te creía porque era cierto. Salvo que sí que podía ser destruido. Pero por ti.- Observo su expresión. No tengo claro si está consciente.- Estás acabando contigo.- La dejo encima de la cama. Creo que sí que razona. Miro al guitarrista que parece totalmente ajeno al momento. Como si estuviese en otro tiempo.- Cuida de ella. Porque te juro que como le ocurra algo. Lo más mínimo. Te mataré.
No me mira. Sigue tocando la guitarra.
-Fuera de aquí.
Lo dice con tanta firmeza y seguridad que no me queda otra posibilidad que marcharme. Probablemente tenga más de una navaja por el garaje.
Salgo y arranco mi moto.
¿Cómo pueden tornarse así de fácilmente los paraísos en simples mundos? En el suyo y el mío. Distintos... Jamás volveré a perderme en sus historias lejanas. En sus millones de anécdotas. En su forma de ver la vida. En ella. Jamás volveré a perderme en ella. Jamás...
Una lágrima me baja por la mejilla.
¿Qué te has hecho muñeca?

 
***


De pronto Nicolás me mira.
-Márchate tú también.
-¿Cómo dices?
-Que te marches.- No mueve ni un músculo de la cara.- Esto no es para ti.
Sus palabras se me clavan en el pecho. ¿Me está echando? Un sentimiento de odio hacia todo me recorre la espina dorsal.
-Me llevas a tu casa. Me desnudo en tu cama. Ante ti. Te ofrezco todo lo que tengo a cambio de prácticamente nada ¿y te atreves a echarme? ¿Por qué crees que tienes la capacidad de decidir por mí sobre mi vida?- Comiendo a elevar el tono. No pienso con claridad. Todo está girando demasiado rápido. El último pinchazo ha debido descolocar algo en mi cabeza.- ¿Por qué cojones todo el mundo piensa que sabe lo que es mejor para mí? Pues a mi me gusta esto. Me gusta no tener que soportar presiones. Vivir de lo que hago con mis manos. No quiero una casa grande. Me sirve este garaje. Me gusta drogarme y evadirme. O drogarme y euforizarme.
-Pero eso es artificial, idiota. Tú no te mereces esto.
-¿Y tú qué? Tú eras un maldito niño rico, hipócrita. Lo que pasa es que hacer la cama todos los días te parecía una norma demasiado estricta. Tú si que podrías tener algo mejor. Y te atreves a decir que yo no merezco esto.... Eres como ellos. Un convencional. Un egoísta.
-Cállate.
-No, es verdad. Eres más fascista aun que ellos.
-Y tú te estás convirtiendo en una puta yonki.
-¿En una puta yonki?
-Sí. Una puta porque sólo estás aquí viviendo porque te puedo follar. Y una yonki porque...- me mira.- En fin, no hay más que elevar los ojos.
No puedo creer lo que escucho. ¿Me lo estaré imaginando? ¿Acaba de venir él? ¿Se ha ido ya?
-Eres un hijo de puta.
-Vístete.-Me tira una camiseta sucia sin siquiera dirigirme la mirada.- Das pena.
La impotencia me invade. El dolor. El sufrimiento. Empiezo a recordar la muerte de ella. Los besos de él. La decadencia de ellos.
A ti. A mí.
Cojo mis cosas.
-¿Y mi casco?
-¿Vas a coger la moto metida de heroína?
Lo veo a lo lejos y me dispongo a llevármelo pero su mano fría me agarra.
-No pienso respirar un segundo más el aire que tu estás contaminando. Eres un desecho. Un listo tonto. Un pensador que no piensa. No te mereces que te dirija la palabra ni un segundo más.
Me suelta la mano con asco.
Salgo de ese garaje.
Solo hay una palabra en mi cabeza mientras arranco la moto y me subo temblando.
“Decadencia”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario