domingo, 27 de marzo de 2011

Y es que un lo siento suena tan cobarde...

sábado, 26 de marzo de 2011

Temblando

Los días pasan temblando. Tiemblan porque han pasado de un calor latente a un frío insoportable.
Es gracioso ver como lo que ayer no era un problema hoy es un factor determinante.
Determinante y catastrófico.
¿Sabes lo que es sentir miedo?
No es pensar que en cualquier momento pueda entrar un monstruo en tu cuatro, eso es "premiedo". La sensación de verdadero miedo es la que tendrías si estuvieses viendo a ese monstruo. Si te tuvieses que enfrentar cara a cara con el.
Hoy mi monstruo se ha sentado en mi escritorio y me ha dado un maletín con dos hojas. En una ponía lo que me va a hacer y en otra lo que me va a pasar.
Era algo desolador. Mi monstruo hacía años que no aparecía, sin embargo me sigue infundando el mismo miedo.
Me ha dado un tarro de cristal color azul zafiro, con capacidad para varios litros y me ha dicho que lo voy a llenar entero con lagrimas, y que si no lo hago no voy a poder seguir viva, o al menos disfrutando de la vida.

Después me ha mirado y me ha dicho con una voz que le salía del estómago que cada vez que me vea en el espejo voy a reconocer en mis ojos los vestigios de alegría que alguna vez sentí, y que eso me va a hacer llorar aun más.
El miedo que me infunda mi monstruo es simplemente el recuerdo de otros días. Él me evoca con total perfección los sentimientos de derrota y melancolía. Él me recuerda lo que he perdido.

Yo se que mi monstruo no quiere hacerme daño. Se que es tan horrible porque simplemente no puede evitar hacerme sufrir, y esa condena le angustia.
Tiene los ojos vacíos y una voz gutural que suena como un grito dentro de una caverna.
Mi monstruo a veces se me queda mirando. Yo me pregunto en qué pensará.
Me pregunto de qué le servirán todas esas lágrimas que recoge.

Cuando ha venido hoy me ha dicho que la condena por ser feliz es esa. Que él me advirtió del peligro de subir a lo más alto sin paracaídas, y que la caída era inminente.
Mi rostro se ha vuelto pálido y frío.
Por un momento ha parecido que quería abrazarme, pero creo que no puede. Parece que todo lo que roza mi monstruo pierde la vida.
Después se ha ido sin miramientos. Me ha dejado los folios sobre la mesa y la botella bajo la almohada.
Sabe que siempre me tapo con ella cuando lloro, y esperará que así se filtren las lagrimas hacia su interior.

Hoy me ha visitado mi monstruo y me ha dicho que hasta que no haga caso de sus conejos seguirá viniendo a verme, pero no pienso hacerle caso.
Porque, aunque me de miedo, me da mas miedo la idea de que no venga nunca más.

Todo se balanza

Lo que pasa es que yo no buscaba esto. No es de estas veces que sabes lo que no quieres.
Es que yo sabía lo que quería. Y no era esto.
Yo buscaba algo que no dejase mal sabor de boca antes de acostarse.
Algo que no me hiciese sentir vulnerable y cansada.
No, yo no buscaba esto.
No buscaba desgastarme más, porque ya me quedaba poco para desgastar en el cuerpo, o en el corazón, o donde quiera que se ubique.
Yo quería estar despierta y activa.
Quería sonreír como antes de que me bajases las comisuras de los labios porque era molesto simplemente.
No, yo no buscaba esto.
Es duro cuando una se da cuenta. Pero hay que aceptar la vida como viene y luchar por lo que venga.
No me preocupo por el futuro, eso es lo malo, que tengo razones para preocuparme por el presente.
Porque yo no busco un cielo igual cada día, ni una conversación por compromiso.
Odio los compromisos.
Pero odio aun más la rutina.
Así que dejémonos ahora que estamos a tiempo.
No juguemos más a creer que somos capaces de nada.
Porque está claro que no lo somos.

Lo que empieza leve, leve acaba. Y lo que en un principio eran tuercas bien apretadas ahora son clavijas sueltas como en una guitarra vieja que no soporta los cambios de temperatura sin que se le desafinen las cuerdas.

Sí, esta vez decidí no advertirlo, pero tal vez debí hacerlo.
Es una simple consecuencia de mi desoladora desesperanza por estos temas.
No doy un duro por las historias bonitas. Nunca me parecieron reales.
Tal vez para otros sean posibles, pero mi realidad está estancada en un angosto fango de injusticias.

Así que no creamos que no pasa nada. No soy digna de poseer el encanto de los besos que otras puedan recibir.
No me altera pensarlo. No me importa.
Cuando una se acostumbra a ser solo una lo demás siempre es superfluo.

Es la condena de mi coraza. En cuanto siento que empieza a desquebrajarse la aparto corriendo del foco de infección y me marcho con mi música a otra parte.

¿Qué por qué te digo esto? No sé, es verano y hace calor. Las ideas se han puesto a sudar por mi cuerpo de repente.
Y, como estabas delante, no he podido secarlas a tiempo.

jueves, 24 de marzo de 2011

Fase REM

-Creo que había palmeras en ese sueño. Decenas de palmeras. Creo que quitaban el sol de la frente mientras la brisa marina las balanceaba, como si la naturaleza me estuviese cantando una nana. Porque sé que estaba dormida, pero si no me hubiese vuelto a dormir ahí mismo.
-¿Y qué más había en el sueño?
-El mar. Un mar azul clarito, como el de las postales de Costa Rica. Un mar azul clarito  que se confundía con el cielo en el horizonte. También un par de nubes delgadas y blancas. Ah, y arena claro, una de un color muy parecido al de las nubes.
-¿Y por qué era especial?
-No era especial entonces. Es especial ahora, ¿sabes?, puedo recordar lo que sentía mientras soñaba. Era paz. Todos mis músculos estaban en armonía con el lugar. Mi cabeza estaba tranquila. Estaba disfrutando el momento como no lo hacía desde que tenía seis años y ponía los cinco sentidos en jugar con las muñecas. Cuando sientes eso el tiempo no pasa ni se para. No existe. El tiempo solo existe cuando nos damos cuenta de él, si no somos capaces de sentirlo el tiempo no nos desgasta, solo nos cambia.
-¿Y no pasaba nada más?
-No, no hacía falta.
-Pues menudo sueño más aburrido.
Ella sonríe.
-Para mí ha sido el más completo de toda mi vida.

martes, 15 de marzo de 2011

En días como hoy

Es en días como hoy, como ahora, cuando se me olvida el odio y la repulsión que me injertaste con tus actos y te empiezo a echar de menos.
Ai joder… Cómo te echo de menos.
Porque era en días como hoy en los que me reconfortaban tus abrazos, tan fuertes y sinceros. Y es que yo a veces, en días como hoy, no podía con el mundo. No era tan emocionalmente astuta. Y te necesitaba. Y te necesito.
Porque solo tú estabas ahí siempre. No fallabas. Eras mi apoyo constante.
Y no había excusas ni planteamientos por tu parte. Yo estaba mal y tú estabas.
Puntual. Amable. Paciente.
Como siempre.
Para secarme las lágrimas y sacarme sonrisas.
Recuerdo que a veces mirabas al cielo preguntando cómo era posible que acabase así. Tan superada. Tan infeliz.
Yo no sabía qué decir. Nunca supe qué decir.
Y me veía insoportable, débil, enfermiza. Me veía incansablemente derrotada.
Pero daba igual, porque tú estabas con tu fuerza para sacarme adelante.
Ya no estás, no. Ya te has ido.
Y ahora el mundo me presiona contra el magma volcánico de mis sentimientos. Pero, aunque ahora, en días como hoy, ya no estés, siempre me quedará el infinito recuerdo de cuando estabas.
Y, aunque por dentro, aun siento que me abrazas.

domingo, 13 de marzo de 2011

Intercambio

A veces hay obviedades que conviene que te digan, aunque sea para quedarte tranquilo.
Nos cuesta aceptarlo y nos cuesta decirlo. Tal vez más lo segundo que lo primero porque nos hace vulnerables y nos ablanda la fachada de diamante.

-¿Te puedo decir algo bonito sin que te ralles?
-¿Cómo?
-Me refiero a que no es ningún tipo de paso ni nada comprometido. Pero no le busques un fondo que no tiene.
-Prueba entonces.
-Me gustas.- Ríe- Sí, ya lo sabías. Pero no quiero que pongas en duda eso. Me gusta tu forma de ser. Tu actitud ante la vida. Eres alguien de quien se puede aprender, y mucho. Me gusta tu forma de hablar y de reírte de las cosas. Me gusta tu carácter y tus manías. Me gusta tu manera de ver el mundo y tu capacidad de autocontrol. Me gusta tu responsabilidad y tu templanza…
-… Espera, espera. Que te vas a columpiar monada.
-Nada de eso. Todo esto ya lo podías haber supuesto. No es nada raro. Me gusta pasar tiempo contigo y quiero que sepas por qué. Además, dicho desde mi boca tiene más valor. Así que prosigo: me gustan tus valores, me parece que eres una persona completa por dentro, lista e inteligente. Me gusta tu frialdad cuando es fría y cuando se templa un poco. Tienes el punto justo para no pecar de ningún extremo. Me gusta cuando sonríes y cuando levantas la ceja.- Espera unos segundos.- Es decir, me gustas. Ni más ni menos.
-Bueno…
-Pero no te creas que todo es bueno. También hay cosas que no me gustan… Aunque esas las vas a tener que ir descubriendo tú solito.

sábado, 5 de marzo de 2011

Colmillos

-¿Y bien?
-No me voy a andar con rodeos. Me he dado cuenta de que no me quiero involucrar más. Lo tenía muy claro antes de que irrumpieses en mi vida. Nada de complicaciones. Nada de dependencias. Solo yo. Puede que suene duro o cobarde. Bien, puede que sea ambas cosas.
Pero tenía muy claro como iba a vivir mi vida después de él. Sola y acompañada por lapsos de amor de una noche.
No dependiendo de mis sentimientos. Que fuesen ellos los que dependiesen de mi. 
Por eso no puedo permitirme enamorarme. Eso descontrola al corazón. Lo vuelve caprichoso y quejica. Y no me gusta verlo así. Ahora lo quiero metódico. Limpio. Responsable. Nada de latidos más fuertes que otros. Un ritmo acompasado y constante.
-¿Estas racionalizando sobre sentimientos? Ui pequeña, yo respeto tu decisión, pero creo que es más grave de lo que imaginas. Y a la vez halagador. Solo el hecho de que creas que te puedo causar daño ya quiere decir que te importo. Y si encima dejas de lado al sentimiento por excelencia es que crees que te importo más de la cuenta.
-Tal vez simplemente sea previsora.
-Tal vez. Porque sino ya sería tarde.

viernes, 4 de marzo de 2011

-¿Que si le quise? Claro que le quise,es más, le amé.
Conocí el amor mientras miraba sus ojos, mientras sentía sus palabras.
Le quise. Le quise hasta límites insospechados. Mucho más de lo que me gusta recordar y, sin duda, mucho más de lo que puedo recordar.
Aun hay noches en las que recuerdo un vestigio, una imagen de aquello. Y sonrío.
Me hizo feliz. Conocí esa felicidad a su lado. Y también la tristeza más sumisa.
¿Que si le quise? Claro que le quise.

Pero ya no le quiero.