domingo, 13 de marzo de 2011

Intercambio

A veces hay obviedades que conviene que te digan, aunque sea para quedarte tranquilo.
Nos cuesta aceptarlo y nos cuesta decirlo. Tal vez más lo segundo que lo primero porque nos hace vulnerables y nos ablanda la fachada de diamante.

-¿Te puedo decir algo bonito sin que te ralles?
-¿Cómo?
-Me refiero a que no es ningún tipo de paso ni nada comprometido. Pero no le busques un fondo que no tiene.
-Prueba entonces.
-Me gustas.- Ríe- Sí, ya lo sabías. Pero no quiero que pongas en duda eso. Me gusta tu forma de ser. Tu actitud ante la vida. Eres alguien de quien se puede aprender, y mucho. Me gusta tu forma de hablar y de reírte de las cosas. Me gusta tu carácter y tus manías. Me gusta tu manera de ver el mundo y tu capacidad de autocontrol. Me gusta tu responsabilidad y tu templanza…
-… Espera, espera. Que te vas a columpiar monada.
-Nada de eso. Todo esto ya lo podías haber supuesto. No es nada raro. Me gusta pasar tiempo contigo y quiero que sepas por qué. Además, dicho desde mi boca tiene más valor. Así que prosigo: me gustan tus valores, me parece que eres una persona completa por dentro, lista e inteligente. Me gusta tu frialdad cuando es fría y cuando se templa un poco. Tienes el punto justo para no pecar de ningún extremo. Me gusta cuando sonríes y cuando levantas la ceja.- Espera unos segundos.- Es decir, me gustas. Ni más ni menos.
-Bueno…
-Pero no te creas que todo es bueno. También hay cosas que no me gustan… Aunque esas las vas a tener que ir descubriendo tú solito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario