martes, 14 de junio de 2011

Ahora te abrazaría. Te abrazaría pidiendo perdón por abandonarte mañana.
Y se me saltarían cinco lagrimas delatadoras mientras te juraría haber intentado todo lo posible. Pero que no ha habido forma.
Que te has escapado de mi mente.
Que he ganado un juego que quería que quedase empatado.
Te abrazaría deseando sentir con ese abrazo lo que sentí en su momento.
Sentir todo.
Y lloraría de pena por no sentir nada.
Ahora te abrazaría y notaria cómo se desprenden de ti los últimos hilos de locura que me ataban a tu amor. Cómo ya nos descosemos. Poco a poco. Lentamente. Tan lentamente que no nos ha hecho daño el desgarro de vida que un día nos pusimos como parche.

Y mañana el sol volvería a salir por mi ventana.
La luna se volvería a posar por la tuya.
Y en cinco años, magia, ya no habrá importado nada. Ya no importará quién dio una mala contestación o quién llegó tarde el día aquel.
Seremos dos personas anónimas con nombres ligeramente familiares. Seremos un "¡Anda! ¡Cuanto tiempo!" sin sentido, sin ganas. Seremos, tal vez, un "Hoy me he acordado de ella". Tal vez un "No te vas a creer con quién he soñado esta noche". Y ya.

Ahora me encantaría volver a aquel segundo en el que sentí que la vida me rebosaba. Aquel momento, instante, aquella eternidad que sentí al rozar tus palabras. Al acariciar tus miedos. 
Y te diría "gracias". Porque no podría decir otra cosa. Gracias por darme una felicidad que aun dibujo a mano alzada cuando me atrevo a soñar despierta.
Y entonces suenan recuerdos borrosos y sobreexpuestos. Recuerdos de aquella primera vez que viste en mi un gesto tuyo. O de aquella vez que te hice reír durante horas.

Sí, ahora te abrazaría.
Sería otro tipo de abrazo. Uno frío y desacostumbrado. Uno elegante y sobrio.
Pero, igualmente, un abrazo.

1 comentario: