jueves, 24 de febrero de 2011

Y el Cuervo dijo...

Y entonces tuve miedo. Dudas. 
Fue un relámpago semejante al infierno. Al frío. 
Y entonces lo note. Me estaba haciendo daño. Se estaba abriendo hueco a base de punzadas de amor.
Pero punzadas en todo caso.
Y entonces lo recordé. No podía permitirlo. Me lo había prometido una y mil veces.
"Nunca mas". Jamás... 
Y sin embargo una súbita sensación de embriaguez me frenaba las ganas de la victoria y me arrastraba al laberinto del abismo, del terror y las lagrimas. Del insomnio. De los sueños rotos y las manos encadenadas.
Yo no quería volverme a ver así. Privada de toda fe, de toda esperanza. Atrapada.
Compungida por el susurro que los restos del amor dejaron al marcharse.
No, yo no quería verme así de nuevo.
Derrotada.
Frágil.
Así que cogí mis cosas. Doble mis miradas, organice mis frases y las guarde junto a mis mejores sonrisas en la maleta de la soledad.
Mientras estaba en el tren mire dentro. Todo se lleno de lagrimas.
Supe entonces que no la volvería a abrir hasta que no tuviese nada que perder.
Hasta que no tuviese miedo.
Cerré la cremallera.
Esperando que la lluvia de tristeza no ahogase lo que quedaba de esperanza ahí dentro.

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